Las tarjetas hidrosensibles son la herramienta esencial para
medir y realizar una correcta aplicación de fitosanitarios. Tienen más
de 40 años en el mercado y sin embargo no se usan. Esteban Frola, el
docente a cargo del módulo de pulverización de Admite Agrícola, se
adentró en un tema clave para la actividad productiva y que continúa
siendo una materia pendiente.
La pulverización es una práctica de precisión. Se usan máquinas
precisas, ya sean de arrastre, autopropulsadas o incluso el avión. “El
tema es que para hacer precisión hay que medir lo que se hace, se
necesitan tarjetas hidrosensibles para saber si la gota es uniforme o
no, saber cuánto mide y ver si las aplicaciones que se están haciendo
son las adecuadas para lo que se está necesitando”, aclara Esteban
Frola, el docente a cargo del Módulo Pulverizaciones de Admite Agrícola,
que terminó el sábado en Venado Tuerto. Sin embargo, “nadie mide nada”,
acota.
Para Frola, se trata de una paradoja. “Fijate que la sembradora sí se
regula, se mide profundidad de siembra, distribución, el fertilizante
que vaya abajo y al costado. Pero en pulverizaciones, por lo general, al
aplicador le dan los agroquímicos, le exigen un determinado volumen y
que el tipo se arregle. Nadie mide condiciones ambientales ni
‘tarjetea’”, destaca el docente del entrenamiento Admite Agrícola
organizado por Ferias y Exposiciones Argentinas SA en Venado Tuerto, del
6 al 11 de agosto.
“El gran desconocimiento en esta práctica se debe especialmente a la
falta de seguimiento de la tarea, aunque ése sea el punto clave en las
aplicaciones. Uno tiene que medir viento, velocidad, humedad relativa y
temperatura. El viento es velocidad y dirección. A través del uso de
tarjetas hidrosensibles ves qué es lo que hace la máquina y la tarjeta
muestra hasta dónde llegás con el producto”, explica Frola.
Las tarjetas existen hace más de 40 años, y no se usan. El problema
de las aplicaciones es a nivel mundial, no sólo de Argentina. “No se le
termina de dar la verdadera dimensión a una buena aplicación, por eso es
importantísimo la capacitación de la gente. Además, en la Facultad
tampoco enseñan esto”, aportó el asesor especialista en pulverización
para comentar que la novedad presentada a los usuarios que participaron
de Admite fue un software que permite analizar las tarjetas, que se
pasan por un scanner y brindan abundante cantidad de datos. Ese programa
está desarrollado hace más de 10 años en la Argentina.
La experiencia a campo
Como en los demás temas, en pulverización también se conjugan la
teoría y la práctica. En Admite Agrícola, los asistentes pudieron
experimentar a campo aplicaciones terrestres y aéreas. En este último
caso, con un avión AT 502, equipado con aspersores rotativos. “Fuimos al
lote, hicimos las tarjetas hidrosensibles y una aplicación con8
litrosde caldo total. Hicimos una aplicación con gotas de 140 micrones
aproximadamente. El viento era del norte, a una velocidad de15 km, una
humedad relativa de 45% y una temperatura de 24, 25 grados”, detalló
Frola.
Para algunos cultivos, el avión es esencial. En Venado Tuerto, el
objetivo fue ofrecer la posibilidad de analizar ambos tipos de
aplicaciones. “Es interesante que los maquinistas vean el avión, para
que relacionen una cosa con la otra, porque la gente piensa que son dos
aplicaciones distintas, y que con el terrestre hay que tirar mucho agua,
pero no es así. A campo vimos que para una buena aplicación terrestre y
una aérea la técnica en realidad es bastante parecida. Lo mismo que
hace un avión con8 a10 litros, con una máquina lo hago con30 a40 litros.
Entonces, lo que propongo no es trabajar con 100 o 150 litros”, detalló
el técnico a cargo del entrenamiento para quien la recomendación es:
aéreo con10 litrosde agua y140 micrones más uso de antievaporante;
terrestre, gotas un poco más grandes, 200 micrones y35 a40 litrosde
agua.
En lo que hace a las prácticas con pulverizadoras, la experiencia se
realizó con máquinas de Jacto y Metalfor. Se hicieron ejercicios con
rastrojo de maíz con viento cruzado. El lote que estaba pegado era de
cebada en macollaje. El desafío fue entonces hacer el barbecho sobre el
lote de maíz imitando una aplicación de glifosato, pero sin tener deriva
al lote de cebada. Aquí los asistentes pudieron aprender a usar la
máquina, a lograr, con pico y presión, gotas antideriva cuando estás
pegado al cultivo, y después, dentro del lote, usar una gota un poco más
chica, porque había rastrojo de maíz y Rama negra. Todo, sin perder de
vista que al afinar la gota llegás más abajo, pero también hay más
riesgo de deriva porque la gota es más liviana.
Por último, el sábado, la experiencia concluyó con un campeonato de
aplicaciones. En grupos de 10 personas, los asistentes respondieron las
consignas debiendo decidir sobre una cantidad de variables. Luego, se
analizaron las tarjetas con el fin de concluir en cuáles fueron las
mejores aplicaciones.
Fuente: Admite Agricola
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