A menos de de un mes del inicio de la siembra de maíz, todavía se esperan políticas que incentiven su producción y eviten el grave daño a toda la cadena de valor que podría significar una nueva caída del área sembrada.
Ante esta tendencia negativa es necesaria una urgente revisión del actual sistema comercial y volver al sistema que ha regulado por más de tres décadas el sistema de comercialización de granos y que fue responsable de la existencia de un mercado agrícola transparente, permitiendo el desarrollo de nuestras cadenas de valor agroindustriales y el abastecimiento eficiente, tanto del mercado interno como de los internacionales.
El régimen que funcionó hasta 2007 posibilitó la formación de precios en forma transparente para toda la cadena agropecuaria, estimulando las inversiones al generar un horizonte previsible, tanto al productor como a los proveedores de insumos. Un precio cierto estimula la financiación de insumos al productor, los contratos de canje y la prefinanciación de exportaciones, otorgando liquidez a la cadena de producción e incentivando el uso de las tecnologías disponibles. Además, permite el correcto funcionamiento del los mercados de futuros, que son esenciales para acotar el riesgo de variaciones en los precios en los distintos eslabones de la cadena agropecuaria.
Pero, la Resolución ONCCA Nº 543 y las restantes resoluciones complementarias han destruido la operatoria del mercado a término y desvirtuado por completo las normas anteriores, modificando la dinámica de las operaciones al generar trabas en la operatoria de los mercados de futuro y alterar radicalmente el mercado de granos del país. Todo esto generó incertidumbre y mayores costos logísticos, así como pérdida de oportunidades comerciales a manos de nuestros competidores, además de perjudicar al productor agropecuario, que es quien finalmente paga el costo de la ineficacia del sistema.
Por otra parte, para revertir la tendencia negativa y recuperar el área sembrada también sería necesario reducir gradualmente las retenciones aplicadas al cultivo y a sus productos derivados hasta su total eliminación y sustituirlas por el impuesto a las ganancias, tal como se grava al resto de las actividades económicas. Las elevadas retenciones afectan la competitividad del cultivo y desalientan la siembra, generando menor producción y, por lo tanto, menor valor en todos los eslabones de la cadena.
Además, la sanción de la ley de fertilizantes favorecería las inversiones para la producción de maíz permitiendo desgravar del pago del impuesto a las ganancias un porcentaje del gasto realizado en fertilizantes y semillas híbridas de maíz fiscalizadas. La campaña pasada se utilizaron 1.2 millones de toneladas menos de fertilizantes que en la campaña anterior y el maíz sufrió parte importante de esa merma que repercutió fuertemente sobre los rindes y la calidad de nuestros suelos.
El cultivo de maíz le ofrece a nuestro país una inmejorable oportunidad para desarrollarse en forma sustentable. La demanda internacional crece y el foco mundial está puesto en la Argentina para abastecer esta demanda. Al mismo tiempo crece también la demanda por los productos de su transformación.
Para aprovechar estas oportunidades, se necesita incentivar una agricultura de mayor volumen que asegure la sustentabilidad en el largo plazo. La agricultura es un proceso continuo y todas las actividades que realizamos tienen impacto tanto en los resultados inmediatos como en las campañas subsiguientes. El maíz es un cultivo clave para incorporar a la rotación y maximizar los rindes de todos los cultivos a través del cuidado de los suelos. Los distintos investigadores coinciden en que los rendimientos del cultivo de soja son muy superiores cuando se siembra en un lote donde antes se sembró maíz. Si observamos a los tres grandes productores de soja del mundo, vemos que en los Estados Unidos las áreas de maíz y soja son equivalentes, en Brasil la relación es de 1,40 a 1 y en Argentina de 6 a 1.
El crecimiento de la producción de maíz beneficiaría no solo a los integrantes de su cadena de valor sino a todo el país. Su efecto multiplicador ofrece grandes oportunidades para el desarrollo económico, social y ecológico. Pero, alcanzar los objetivos de largo plazo es una tarea que requiere sinergia entre todos los actores del sector privado y un Estado que actúe como motor de las iniciativas privadas. Las bases están dadas: contamos con los mejores suelos, los productores más eficientes del mundo, la tecnología más avanzada y un gran impulso industrial y comercial.
La Argentina es uno de los principales productores mundiales de proteínas, tanto vegetales como animales, los productos de mayor demanda mundial y los que más rápido se están recuperando de la crisis financiera y el maíz es la principal materia prima para su producción.
El país pagaría un alto costo económico y social si, una vez más, le damos la espalda a los mercados internacionales. Es hora de capturar esas oportunidades y de impulsar la producción.
Fuente: MAIZAR
Ante esta tendencia negativa es necesaria una urgente revisión del actual sistema comercial y volver al sistema que ha regulado por más de tres décadas el sistema de comercialización de granos y que fue responsable de la existencia de un mercado agrícola transparente, permitiendo el desarrollo de nuestras cadenas de valor agroindustriales y el abastecimiento eficiente, tanto del mercado interno como de los internacionales.
El régimen que funcionó hasta 2007 posibilitó la formación de precios en forma transparente para toda la cadena agropecuaria, estimulando las inversiones al generar un horizonte previsible, tanto al productor como a los proveedores de insumos. Un precio cierto estimula la financiación de insumos al productor, los contratos de canje y la prefinanciación de exportaciones, otorgando liquidez a la cadena de producción e incentivando el uso de las tecnologías disponibles. Además, permite el correcto funcionamiento del los mercados de futuros, que son esenciales para acotar el riesgo de variaciones en los precios en los distintos eslabones de la cadena agropecuaria.
Pero, la Resolución ONCCA Nº 543 y las restantes resoluciones complementarias han destruido la operatoria del mercado a término y desvirtuado por completo las normas anteriores, modificando la dinámica de las operaciones al generar trabas en la operatoria de los mercados de futuro y alterar radicalmente el mercado de granos del país. Todo esto generó incertidumbre y mayores costos logísticos, así como pérdida de oportunidades comerciales a manos de nuestros competidores, además de perjudicar al productor agropecuario, que es quien finalmente paga el costo de la ineficacia del sistema.
Por otra parte, para revertir la tendencia negativa y recuperar el área sembrada también sería necesario reducir gradualmente las retenciones aplicadas al cultivo y a sus productos derivados hasta su total eliminación y sustituirlas por el impuesto a las ganancias, tal como se grava al resto de las actividades económicas. Las elevadas retenciones afectan la competitividad del cultivo y desalientan la siembra, generando menor producción y, por lo tanto, menor valor en todos los eslabones de la cadena.
Además, la sanción de la ley de fertilizantes favorecería las inversiones para la producción de maíz permitiendo desgravar del pago del impuesto a las ganancias un porcentaje del gasto realizado en fertilizantes y semillas híbridas de maíz fiscalizadas. La campaña pasada se utilizaron 1.2 millones de toneladas menos de fertilizantes que en la campaña anterior y el maíz sufrió parte importante de esa merma que repercutió fuertemente sobre los rindes y la calidad de nuestros suelos.
El cultivo de maíz le ofrece a nuestro país una inmejorable oportunidad para desarrollarse en forma sustentable. La demanda internacional crece y el foco mundial está puesto en la Argentina para abastecer esta demanda. Al mismo tiempo crece también la demanda por los productos de su transformación.
Para aprovechar estas oportunidades, se necesita incentivar una agricultura de mayor volumen que asegure la sustentabilidad en el largo plazo. La agricultura es un proceso continuo y todas las actividades que realizamos tienen impacto tanto en los resultados inmediatos como en las campañas subsiguientes. El maíz es un cultivo clave para incorporar a la rotación y maximizar los rindes de todos los cultivos a través del cuidado de los suelos. Los distintos investigadores coinciden en que los rendimientos del cultivo de soja son muy superiores cuando se siembra en un lote donde antes se sembró maíz. Si observamos a los tres grandes productores de soja del mundo, vemos que en los Estados Unidos las áreas de maíz y soja son equivalentes, en Brasil la relación es de 1,40 a 1 y en Argentina de 6 a 1.
El crecimiento de la producción de maíz beneficiaría no solo a los integrantes de su cadena de valor sino a todo el país. Su efecto multiplicador ofrece grandes oportunidades para el desarrollo económico, social y ecológico. Pero, alcanzar los objetivos de largo plazo es una tarea que requiere sinergia entre todos los actores del sector privado y un Estado que actúe como motor de las iniciativas privadas. Las bases están dadas: contamos con los mejores suelos, los productores más eficientes del mundo, la tecnología más avanzada y un gran impulso industrial y comercial.
La Argentina es uno de los principales productores mundiales de proteínas, tanto vegetales como animales, los productos de mayor demanda mundial y los que más rápido se están recuperando de la crisis financiera y el maíz es la principal materia prima para su producción.
El país pagaría un alto costo económico y social si, una vez más, le damos la espalda a los mercados internacionales. Es hora de capturar esas oportunidades y de impulsar la producción.
Fuente: MAIZAR
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