Los casos de incendios de maquinas trilladoras generan preocupación, por la pérdida de los mismos y por los efectos sobre el suelo y los cultivos siguientes a la ocurrencia de estos. Tiene consecuencias ambientales, sociales y económicas. Con el aumento en la adopción de la siembra directa, los riesgos de incendio aumentan. Causas, consecuencias y pautas para evitarlos.
Los incendios durante la época de trilla ocurren. Son iniciados y ocasionados -normalmente- por chispas o recalentamiento del motor u otras partes de la máquina que toman contacto con la paja, granza o borba que se acumulan en el ambiente que rodea a la cosechadora, especialmente en la zona del motor.
El Proyecto de Eficiencia de Cosecha y Poscosecha de Granos y Forrajes -Precop- y de Agricultura de Precisión de INTA, elaboraron un informe que no pierde su vigencia a pesar de tener ya un par de años. En el mismo se analizan las causas de este fenómeno y se brindan recomendaciones prácticas para evitar y combatirlos.
Que la trilla se realice en verano, para el trigo, y en verano-otoño para la soja es uno de los motivos, ya que son épocas de altas temperaturas y baja humedad relativa que predisponen a la ocurrencia de incendios. Además, dice el informe, la paja y la granza del trigo y la soja son materiales muy combustibles cuando se ponen en contacto con elementos que poseen alta temperatura, como ocurre con muchos órganos de la cosechadora.
Se genera una gran pérdida económica por la destrucción de la máquina y -muchas veces- se da un principio de incendio del lote que se está cosechando.
Con el mismo tipo y modelo de cosechadoras, la frecuencia de incendios en Argentina es mayor que en otros países. La razón de esto es la siembra directa: nuestro país posee el 81% del área de siembra con este sistema, que requiere de una distribución uniforme del rastrojo que sale de la cola de la cosechadora, para que se establezca una cobertura eficiente (se utilizan esparcidores de granza). Un rastrojo y raíz de trigo en secano aporta al suelo alrededor de 3500 kg y entre 400-600kg/ha/año de humus.
Si bien los riesgos de incendio están presentes en todo tipo de cosechadoras, los siniestros más frecuentes sucedidos en los últimos tiempos se han producidos en cosechadoras de última generación, en su gran mayoría axiales y de origen importado. Esto ocurre principalmente porque este tipo de máquinas han sido desarrolladas en países donde la siembra directa es poco frecuente y donde no existe prácticamente este tipo de problemas.
Tomar conciencia del impacto que produce el incendio de rastrojos y comprometerse a tomar recaudos suficientes, es importante. Hay consecuencias que se producen por la quema de un rastrojo que tienen efecto sobre los rindes de los cultivos sembrados posteriormente.
Como ya se mencionó, en Argentina predomina la siembra directa, práctica que acumula mucho rastrojo sobre la superficie entre cuyos efectos benéficos se destacan: protege el suelo y reduce la erosión hídrica y eólica; absorbe la energía del impacto de la gota de lluvia reduciendo la separación de las partículas del suelo; reduce el encostramiento y sellado de los espacios porosos; favorece la infiltración del agua de lluvia; disminuye la velocidad de escurrimiento del agua; aumenta la cantidad y diversidad de bacterias, hongos, insectos y lombrices; incrementa el contenido de materia orgánica; optimiza la respuesta de los cultivos a la fertilización, por una mayor disponibilidad de agua y un mejor equilibrio de los nutrientes del suelo.
Un suelo con alto volumen de rastrojo tiene un alto potencial productivo. Pero cuando por efecto del fuego desaparecen los rastrojos acumulados y los beneficios logrados, el productor está obligado a iniciar nuevamente la secuencia de cultivo en siembra directa desde el principio, en muchos casos con una labranza superficial y con una alta inversión en tecnología e insumos, llegando a tardar de 4 a 6 años en su recuperación.
Cuando por efecto del fuego desaparecen total o parcialmente los rastrojos acumulados en la superficie, se alteran las propiedades químicas del suelo, entre ellas: liberación de elementos minerales por descomposición acelerada del material orgánico (se incrementan los contenidos de, P, K, Ca, Mg y Na, las bacterias nitrificantes aumentan en cantidad favoreciendo la producción de NO3); disminución de la acidez en los horizontes superficiales; menor formación de ácidos orgánicos e inorgánicos por la falta de materia orgánica; disminución de la capacidad de intercambio cationica que permanece baja hasta después de un año de ocurrido el incendio; aumenta el % de saturación de bases y aumenta la conductividad eléctrica.
El principal efecto sobre las propiedades físicas es la destrucción de la materia orgánica, responsable de la buena estructura del suelo: disminuye el movimiento del agua y la aireación, incrementa la densidad aparente y la permeabilidad decrece.
Como consecuencia indirecta se pierde el agua almacenada en los primeros 20 cm, por el proceso de evaporación, continuando durante 15 a 20 días, llegando a perder el 50 al 60% de la humedad almacenada. Un suelo que tenía un 15% de agua acumulada, puede perder una lámina de agua de 20 mm. Por cada milímetro de agua en el suelo, se producen 17 kg/ha de maíz o 7 de soja; con el agua acumulada que se perdió, independientemente de las lluvias posteriores, tendríamos asegurado 340 kg/ha de maíz o 140 kg/ha de soja.
Dependiendo de las condiciones climáticas a lo largo de los ciclos de los cultivos futuros la infiltración del agua de lluvia se ve dificultada por la destrucción de la estructura superficial del suelo que origina una compactación al quedar los poros obturados impidiendo la penetración del agua. Como consecuencia de estos procesos, aumenta considerablemente la escorrentía superficial, duplicándose los valores habituales. Con las primeras lluvias tras el incendio se originan las mayores escorrentías de agua superficial, hasta un 20% de la precipitación, cuando lo normal es que no supere el 5% de la lluvia caída.
Se calcula que la quema de rastrojo de trigo provoca la desaparición de 100 a 200 kg de N/ha. En algunos casos evaluados se han detectado, en años posteriores a la quema de rastrojos, reducciones de 35 a 45% del rinde del cultivo. Para preocuparse y ocuparse.
10 PUNTOS PARA EVITAR EL PROBLEMA
1. Tratar de rediseñar y elevar la toma de aire de los radiadores del motor y así aspirar aire de un ambiente más limpio de polvo y granza.
2. Proteger toda entrada de aire a los ventiladores para que el mismo sea filtrado y llegue limpio al motor.
3. Canalizar la parte trasera de la cosechadora con pantallas de goma encausando el flujo de paja y granza que sale de los esparcidores ubicados en la cola de la cosechadora, fuera del área de toma de aire del motor.
4. Limpiar diariamente la cosechadora con sopladoras y si fuera necesario dos veces por día el área del motor.
5. Evitar y solucionar toda pérdida de aceite y/o gasoil del motor.
6. Proteger la cercanía del motor y del turbo con cualquier acumulación de paja y granza y estudiar su aislamiento con deflectores.
7. Llevar extinguidores de incendio en la cosechadora y en los acoplados tolvas acordes a la necesidad y magnitud del riesgo de incendio y posibilidad de control.
8. Tener los teléfonos de los Bomberos de la zona, del operario de la cosechadora y del tractor tolvero
9. Estudiar cualquier medida innovadora que pueda prevenir el incendio de la cosechadora (sensores de temperatura con alarma o de humo con alarma de aviso acústico y visual)
10. Equipar acoplados tolvas con un tanque de 300 litros de agua con una bomba eléctrica de 12 vol. o mecánico a la toma de potencia, ya que el operario tolvero puede ser la primera persona que observe y detecte el incendio.
Fuente: Proyecto de Eficiencia de Cosecha y Poscosecha de Granos y Forrajes -Precop- y de Agricultura de Precisión de INTA
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