Por Florencia Sambito
Las malezas resistentes complican el panorama de todos los actores
del agro, a nivel mundial. Algunos de los países más afectados por los
problemas de resistencia a herbicidas están trabajando fuertemente en la
búsqueda de soluciones a una problemática creciente y pueden orientar
la experiencia a la Argentina.
Con esa premisa, Aapresid convocó a una mesa de especialistas para
que aportaran miradas globales y locales a uno de los males más temidos
tranqueras adentro, con el marco del Programa REM de Malezas
Resistentes.
“Conociendo el dato de que la tasa de adopción mundial de los
transgénicos aumenta un 7% por año, es importante considerar
urgentemente las implicancias de este fenómeno sobre otra problemática
de creciente importancia: las malezas resistentes”, afirmó Ribas Vidal, profesor de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, Porto Alegre
(Brasil), y doctorado en malezas de la Universidad de Purdue, Estados
Unidos.
Ribas Vidal analizó el impacto de la biotecnología en el manejo de
las malezas y, en particular, demostró cómo el mal uso de la tecnología
RG favoreció el incremento de aparición de malezas resistentes en Brasil
hasta determinar que 5 millones de hectáreas estén afectadas. El
inminente lanzamiento de nuevos eventos transgénicos de resistencia a
herbicidas impone la pregunta: ¿cómo hacer para que no se repita la
historia?
Lejos de oponerse a la biotecnología, Ribas Vidal asegura que ésta
será una herramienta fundamental para el manejo de malezas resistentes y
tolerantes en los próximos años, merced a la incorporación de más genes
de tolerancia a herbicidas en los cultivos. De cualquier modo, es
indispensable analizar los potenciales riesgos y beneficios.
Llamado de atención. “Gran parte del beneficio potencial de los
cultivos transgénicos es alcanzado por los agricultores, pero solo una
pequeña fracción de los potenciales problemas fueron aún percibidos. Es
por esto que el uso de esta tecnología necesita ser implementada con
cuidado, para evitar que los posibles riesgos causen problemas a la
producción agropecuaria. En definitiva, las buenas prácticas
agronómicas, así como las herramientas de manejo tradicionales, seguirán
siendo necesarias para alcanzar la máxima productividad durante muchos años más”, aseveró Vidal.
Puntualmente, el especialista recomendó diversificar las prácticas de
manejo y no descansar en un único remedio, menos aún si se trata de
unos pocos herbicidas.
“Creyendo que con ello nos aseguramos el control de las malezas estamos gestando
un problema mayor, a futuro”, advirtió y recordó que “así como los
beneficios previstos para los transgénicos se concretaron, algunos de
los efectos colaterales también se volvieron realidad”. Con ello se refirió al aumento en la dependencia de un solo herbicida
resultante en el aumento de especies tolerantes y resistentes al
glifosato, y como consecuencia,, en la pérdida de productividad.
De este modo, aconsejó que para evitar la resistencia se hace preciso
minimizar la presión de selección, manteniendo la diversidad de
productos. En última instancia, señaló Vidal que esto depende no sólo de
los productores tomando decisiones en el campo sino del compromiso de
entidades públicas y de la integración de acciones.
Por su parte, Michael Walsh, de la Iniciativa Australiana de
Resistencia a Herbicidas (AHRI en su sigla en inglés), quien es oriundo
de una zona con problemáticas de malezas resistentes muy complejas,
señaló que la presencia de malezas resistentes a herbicidas domina una
amplia región cultivada de Australia. Allí, los herbicidas fueron
vitales en la exitosa implementación de los sistemas de producción
conservacionistas. Sin embargo, las numerosas ventajas de los herbicidas
frente otras prácticas de manejo de las malezas lo han transformado en
un sistema prácticamente herbicida-dependiente.
Esto trajo aparejado que si bien se han desarrollado resistencias a
herbicidas en muchas partes del mundo, en ningún lugar más fue tan
dramática como en la región productiva de secano de Australia. En esa
zona, el 98% de las poblaciones de Lolium (raigrás)
presentan resistencia múltiple a herbicidas, sumado esto a serios
problemas de Raphanus (nabo), lo que generó una dramática disminución de
las alternativas de control químico.
“Es la consecuencia de haber utilizado herbicidas como prácticamente
única alternativa de manejo de malezas. Cuando aparecía una resistencia
se empezaba a usar otro modo de acción hasta que también aparecía
resistencia y así se fueron acumulando genes que
prácticamente inutilizaron a los herbicidas en esos sistemas”, explicó
Walsh.
Como alternativa, el especialista propuso estudiar las malezas más
importantes; en su caso detectaron que en Lolium debían disminuir el
banco de semillas del suelo ya que en pocos años disminuiría
drásticamente y facilitaría el manejo posterior. Para eso diseñaron
estrategias de manejo en esa dirección: una alternativa la hallaron en
la destrucción de las semillas de malezas en la cosecha, con equipos
especiales anexados a las cosechadoras y otra con equipos que juntaban
estas semillas y las sacaban del sistema.
Una vez más, la estrategia pasó por diversificar las prácticas
habituales, tratando de encontrar el talón de Aquiles de cada especie.
De cara al futuro, se reconoció “esperanzado de mantenernos usando el
recurso herbicida”, pero reiteró que su sostenibilidad depende de
alternar tecnologías eficaces para el de control de malezas.
Fuente: La Capital
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