lunes, 3 de diciembre de 2012

Malezas resistentes: un mal que quita el sueño

Por Florencia Sambito

Las malezas resistentes complican el panorama de todos los actores del agro, a nivel mundial. Algunos de los países más afectados por los problemas de resistencia a herbicidas están trabajando fuertemente en la búsqueda de soluciones a una problemática creciente y pueden orientar la experiencia a la Argentina.

Con esa premisa, Aapresid convocó a una mesa de especialistas para que aportaran miradas globales y locales a uno de los males más temidos tranqueras adentro, con el marco del Programa REM de Malezas Resistentes.

“Conociendo el dato de que la tasa de adopción mundial de los transgénicos aumenta un 7% por año, es importante considerar urgentemente las implicancias de este fenómeno sobre otra problemática de creciente importancia: las malezas resistentes”, afirmó Ribas Vidal, profesor de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, Porto Alegre (Brasil), y doctorado en malezas de la Universidad de Purdue, Estados Unidos.

Ribas Vidal analizó el impacto de la biotecnología en el manejo de las malezas y, en particular, demostró cómo el mal uso de la tecnología RG favoreció el incremento de aparición de malezas resistentes en Brasil hasta determinar que 5 millones de hectáreas estén afectadas. El inminente lanzamiento de nuevos eventos transgénicos de resistencia a herbicidas impone la pregunta: ¿cómo hacer para que no se repita la historia?

Lejos de oponerse a la biotecnología, Ribas Vidal asegura que ésta será una herramienta fundamental para el manejo de malezas resistentes y tolerantes en los próximos años, merced a la incorporación de más genes de tolerancia a herbicidas en los cultivos. De cualquier modo, es indispensable analizar los potenciales riesgos y beneficios.

Llamado de atención. “Gran parte del beneficio potencial de los cultivos transgénicos es alcanzado por los agricultores, pero solo una pequeña fracción de los potenciales problemas fueron aún percibidos. Es por esto que el uso de esta tecnología necesita ser implementada con cuidado, para evitar que los posibles riesgos causen problemas a la producción agropecuaria. En definitiva, las buenas prácticas agronómicas, así como las herramientas de manejo tradicionales, seguirán siendo necesarias para alcanzar la máxima productividad durante muchos años más”, aseveró Vidal.

Puntualmente, el especialista recomendó diversificar las prácticas de manejo y no descansar en un único remedio, menos aún si se trata de unos pocos herbicidas. 

“Creyendo que con ello nos aseguramos el control de las malezas estamos gestando un problema mayor, a futuro”, advirtió y recordó que “así como los beneficios previstos para los transgénicos se concretaron, algunos de los efectos colaterales también se volvieron realidad”. Con ello se refirió al aumento en la dependencia de un solo herbicida resultante en el aumento de especies tolerantes y resistentes al glifosato, y como consecuencia,, en la pérdida de productividad.

De este modo, aconsejó que para evitar la resistencia se hace preciso minimizar la presión de selección, manteniendo la diversidad de productos. En última instancia, señaló Vidal que esto depende no sólo de los productores tomando decisiones en el campo sino del compromiso de entidades públicas y de la integración de acciones.

Por su parte, Michael Walsh, de la Iniciativa Australiana de Resistencia a Herbicidas (AHRI en su sigla en inglés), quien es oriundo de una zona con problemáticas de malezas resistentes muy complejas, señaló que la presencia de malezas resistentes a herbicidas domina una amplia región cultivada de Australia. Allí, los herbicidas fueron vitales en la exitosa implementación de los sistemas de producción conservacionistas. Sin embargo, las numerosas ventajas de los herbicidas frente otras prácticas de manejo de las malezas lo han transformado en un sistema prácticamente herbicida-dependiente.

Esto trajo aparejado que si bien se han desarrollado resistencias a herbicidas en muchas partes del mundo, en ningún lugar más fue tan dramática como en la región productiva de secano de Australia. En esa zona, el 98% de las poblaciones de Lolium (raigrás) presentan resistencia múltiple a herbicidas, sumado esto a serios problemas de Raphanus (nabo), lo que generó una dramática disminución de las alternativas de control químico.

“Es la consecuencia de haber utilizado herbicidas como prácticamente única alternativa de manejo de malezas. Cuando aparecía una resistencia se empezaba a usar otro modo de acción hasta que también aparecía resistencia y así se fueron acumulando genes que prácticamente inutilizaron a los herbicidas en esos sistemas”, explicó Walsh.

Como alternativa, el especialista propuso estudiar las malezas más importantes; en su caso detectaron que en Lolium debían disminuir el banco de semillas del suelo ya que en pocos años disminuiría drásticamente y facilitaría el manejo posterior. Para eso diseñaron estrategias de manejo en esa dirección: una alternativa la hallaron en la destrucción de las semillas de malezas en la cosecha, con equipos especiales anexados a las cosechadoras y otra con equipos que juntaban estas semillas y las sacaban del sistema.

Una vez más, la estrategia pasó por diversificar las prácticas habituales, tratando de encontrar el talón de Aquiles de cada especie.

De cara al futuro, se reconoció “esperanzado de mantenernos usando el recurso herbicida”, pero reiteró que su sostenibilidad depende de alternar tecnologías eficaces para el de control de malezas.

Fuente: La Capital 

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